miércoles, julio 12, 2006

Limonada, sabor de amor


Una jarra. Recipiente transparente, donde puede infiltrarse uno con su mirada en el interior. Receptáculo de paredes frías. Duro y frágil al mismo tiempo dependiendo del uso que le propicien. Estructura, andamio o esqueleto que entabla el juego. Somos nosotros.

Agua, la sabia de la mente. Incolora, inodora e insípida. Nunca miente, imparcial ante los acontecimientos. Es la conciencia que sopla tu oído. Te habla, y con un tenue reguero indica la verdad desde el inicio. Pero su transparencia e insipidez, hace que normalmente omitamos su molesta perorata.

Limón. Contrapuesto elemento instintivo. Aromático y refrescante por un lado, ácido y corrosivo por el otro. Las espinas clavadas del pasado, son ásperos recuerdos que llevamos escritos en la piel. Eso nos provoca temores, miedos y aprensiones. Es la vulnerabilidad a la exposición ante los demás. Es la implicación. Bello elemento pero a su vez comprometido.

Azúcar. Alguien tenía que poner la alegría y la dulzura.

Cuchara larga. La vida mezcla todos estos conceptos y elementos creando remolinos y confusión. Es la situación contextual, es el dónde y cómo. El cuándo y el por qué. Y aunque le da interés a la vida, provoca complejidad.