Mantenerse con vida no es vivir

No se si esto pertenece a mis memorias o a mis sueños, la verdad es que no lo se. Tampoco se si el hecho de parar mi vida y de pensar en nosotros, era algo que me persuadía o me disuadía a coger el teléfono para llamarte cada día. Pero al igual que un suero, esa manía de quedarte en lo conocido por miedo a lo desconocido te servía para mantenerte con vida pero no para vivir. Sólo se que al final llegó un día en que mis brazos se convirtieron en alas blancas. No pude más y volé. Aquel fue un vuelo tan alto y tan largo que mi voz se convirtió en una vieja canción. Mis cartas de amor se tornaron antiguas leyendas y mis fotografías se volvieron difusas imágenes de alguien que una vez quiso sentarse a tu lado para siempre.

Pasó el tiempo y nos hicimos mayores. Como promesas de amor en la arena nuestras caricias las borró el tiempo y ya no estuvieron allí para reflotarnos después del día más duro. Ni tampoco nuestros besos que murieron ausentes para no aliviarnos cada noche como lo hace la luz del sol tras la lluvia.