viernes, febrero 09, 2007

Fugitivos concurrentes

En aquel anochecer, la lluvia era tan fina, que parecían mil agujas clavándose en mis magullados huesos de peregrino forajido. Desde que me escabullí de las mazmorras de Carcassone, no he dejado de correr sin mirar atrás, huyendo del oscuro obispo y del peor de sus esbirros, el capitán Zorbac. Llevaba caminando de sol a sol varios días, y al fin la senda me escupió un nuevo lugar con algo de civilización. La calle principal de aquella pequeña villa era un río de lodo. Todo parecía estar desierto excepto la posada. Las ventanas iluminadas por teas y las risas incontenidas indicaban que aquel era el único lugar con actividad dentro de aquel pequeño pueblo sin nombre. La capa de monje dominico que robé de aquel carro me cubría, pero ni siquiera santo Domingo puede evitar que la lluvia cale. Teniendo en cuenta que el cansancio es incluso peor enemigo que el mismísimo capitán de la guardia, este humilde servidor necesitaba detenerse en aquel recodo de mi largo camino. Pensé que buscar ropa seca no sería mala idea e incluso beber una copa de vino. Entré en los establos adyacentes a la posada, y encontré ropa de trabajo que me puse encantado, deseoso de quitarme el hábito dominico que tan vehementemente me había servido hasta el momento, pero que ya acumulaba más agua que el Mare Nostrum. Cuando acabé de vestirme, vi entre la paja, usada como lecho por los caballos, a una hermosa mujer de ojos claros observándome escondida. Por aquel entonces, casi todo el mundo tenía un motivo por el cual huir o esconderse y no tenías precisamente por que ser malandrín. Simplemente por haber caído en desgracia ante los ojos del obispo o de su red de secuaces, ya era motivo suficiente para esconderse. Me acerque a ella con cautela, y le tendí mi mano. Ella tardó en reaccionar temerosa y desconfiada, pero en poco rato fraternalizamos. Imagino que estaba tan sola como yo. Su piel blanca y manos delicadas me indicaban que aquella doncella, era de buena cuna, ¿Cual sería su historia? Fui a la taberna en busca de dos copas de vino. Bebimos y hablamos durante un buen rato.
Entonces una preciosa melodía proveniente de la posada lo inundó todo. Era música de flauta, bien acompañada por otros instrumentos de cuerda y percusión. Nuestras pupilas se encontraron mientras acariciaba su mano. Segundos después nos incorporamos y bailamos aquella melodía tan bien interpretada. Poco después nos besamos, aquella noche la pasamos juntos desde el ocaso hasta el alba, sintiendo nuestra piel y sin hacernos preguntas.

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Por unos instantes fuimos dos fugitivos desconocidos abrazados en aquel maloliente establo, posiblemente teniendo unos instantes de felicidad tras mil desventuras.


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3 Comments:

Anonymous Anónimo said...

...and you can tell everybody this is your song
It may be quite simple but now that it's done
I hope you don't mind
I hope you don't mind that I put down in words
How wonderful life is while you're in the world

besitos

volare

viernes, 9 de febrero de 2007, 10:17:00 GMT-8  
Blogger Clarice Baricco said...

A veces es agradable ser fugitivos desconocidos.
Música y vino.

Abrazos

viernes, 9 de febrero de 2007, 23:01:00 GMT-8  
Blogger @Intimä said...

Sorprendente la vida que nos acecha en cualquier rincón agazapada, nunca se sabe en el momento que se deja de ser libre para ser prisionero de unos brazos.
Besitos.

domingo, 11 de febrero de 2007, 5:34:00 GMT-8  

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