miércoles, noviembre 26, 2008

Todos los "por qué’s" están en nuestra cabeza, algunos son sorprendentes

Me encontraba en casa leyendo un libro de Henry Miller, sí, lo sé, todo puede pasar cuando lees a Miller, así que supongo que mi predisposición era la adecuada en aquella situación que iba a acontecer.

Me sumerjo, me sumerjo,... ya estoy allí.

"Con la niñera de mi hija estando una noche en el baño, después de haber permanecido ahí durante un tiempo sospechosamente largo, comencé a pensar ciertas cosas. Decidí espiar por el ojo de la cerradura y comprobar por mí mismo qué sucedía, para mi sorpresa estaba parada frente al espejo acariciando su pequeño gatito, casi hablándole. Me excitó tanto que al principio no supe qué hacer. Volví a la habitación, apagué las luces y me acosté en la cama, esperando que ella saliera. Mientras estaba acostado ahí todavía podía ver su sexo y los dedos que parecían tamborilear sobre él. Me abrí el pantalón para que mi miembro se refrescara en la oscuridad. Traté de hipnotizarla desde la cama, o por lo menos hacer que mi miembro la hipnotizara. Ven aquí puta, me repetía, y pon ese sexo sobre mí. Debió haber recibido el mensaje inmediatamente, porque un instante después se abría la puerta y tanteaba en la oscuridad para encontrar la cama”

- Ring, Ring

Llamaban a la puerta... No esperaba a nadie, dudé un segundo probando de burlar la llamada mientras intentaba no perder la página.

-Ring, Ring

Insistian.

Por fin me levanté y me dirigí a la puerta. Mientras abrí la puerta, me percaté sin remedio ya, que cual pandemia, la lectura había contagiado mis sentidos, y un prominente bulto adornaba mis pantalones.

Una guapa vendedora, esperaba al otro lado del umbral. Me miró y saludó educadamente. Entabló un discurso aprendido presentándose y presentándome los grandes beneficios de cambiarme de proveedor de telefonía. Yo incapaz de concentrarme en sus palabras, caí en un espiral de pensamientos paranoicos, en los cuales presentía que aquella mujer era consiente de mi excitación.
- Bla bla bla, así que estaba leyendo a Miller. Dijo de repente

La miré perplejo, y acto seguido miré mi mano izquierda. El dedo índice estaba ridículamente mordido por “Sexus” a modo de punto.
- Si, ya sabe... "El sexo es una de las nueve razones para la reencarnación...”
- “...las otras ocho no son importantes." Repetimos los dos a la vez. Acto seguido reímos juntos.
Charlamos un minuto de literatura, y entonces, nos miramos un instante, hubo un segundo de confusión. Una palabra de menos se sostuvo por segundos, cayéndose de la frase. Benditos puntos suspensivos. Otra mirada furtiva. Aquello activó mi intuición.
Le acaricie la mano. Conexión,...,adrenalina. Diez segundos después mis labios planean sobre su cuello. La espera...Tic tac, bum, bum. La aceptación.... Su suspiro, su caricia, su beso.

Su lengua se coló en mi boca como una flecha ardiente, lanzada desde una ballesta de cuerda tensa. Casi no pude ni reaccionar, mi mente sentía su lengua dentro de mí boca, mientras sus manos me desabrochaban el pantalón. Turbado, sin tener claro lo que estaba pasando, temí que mi rigidez la iba a sorprender, disuadiendola. No fue así. Aún en el umbral de mi puerta, me agarró ardiente como si la vida le fuera en ello, se arrodilló y con una magia consumada me atrapó con tu boca. Sus labios, sellaron con fuerza mi contorno con seguridad, sin denotar vacilación alguna. No podía creer que aquello me estuviera pasando. Lo que a priori pensaba iba a ser una tarde propia de un anacoreta, se convirtió en una excitante escena erótica.
Entonces, noté que tenía el corazón latiendo como el de un leopardo que persigue a una gacela. Reaccione. Me abalancé sobre ella mientras ella se descordaba la camisa. Le arranque la ropa interior como un autentico salvaje. Me miró, mordiéndose el labio inferior. Esa imagen me reveló que ella estaba también muerta de excitación. Le besé el cuello mientras acariciaba su nuca y su espalda. En un laxo descenso, le besé el pecho entre mil caricias. Que bien olía su cuerpo. Tras unos instantes me colé entré sus piernas. Cerró tus preciosos ojos, entendiendo lo que venía a continuación. Descubrí su humedad, sus ojos seguían cerrados. Mi lengua recorrió sus ingles varias veces, recreándose en cada pliegue, en cada curva, en cada milímetro, para acabar en el contorno de su entrada. Un alud de suspiros afloraron de su boca, sus ojos continuaban cerrados. Localice con habilidad su epicentro. Con suaves roces empecé a emitir brotes de placer. Espasmos sinusoidales, recorrieron su piel, iban y venían, no respondían a ningún patrón. Con bravura, fui acelerando mi ritual, hasta que percibí que estaba totalmente licuada. La mire y la vi agarrada al suelo como si tuviera miedo de caer. Sus ojos seguían cerrados. Su boca entreabierta, sus labios rojos, su garganta gemía y su sudor delataba el bombeo de su corazón. Estas apunto de explotar. Note su vértigo, note su galopar, tenía el alma a punto, y la dejó caer por el precipicio. Gritando, perdió el control, y de repente...., se expandioooooo.

Le di unos segundos.

Luego la volví con cariño, le agarré de las caderas, y entré dentro de ella. Brotando de su boca volvieron a aparecer gemidos de placer, que parecían invadir toda la escalera del edificio. Sentí como empezaba a estremecerse de nuevo. En poco tiempo, estaba de nuevo ardiendo y yo ya no podía más. Como un instrumento de precisión nos acercamos a la vez al orgasmo. Eso fue cuando nuestro estruendo llegó al máximo. Acabamos abrazados, en aquel suelo del rellano.



No se por qué nos dejamos llevar y acabamos haciendo el amor en el rellano de mi escalera. La verdad es que todos los "por qué’s" están en nuestra cabeza, y algunos son sorprendentes.

lunes, noviembre 17, 2008

Las verdaderas cicatrices

Fueron mil kilómetros, de fango y lluvia. Fueron mil kilómetros de piedras y montañas. Estas eran las verdaderas cicatrices de un hombre que lo fue todo. Fue padre y fue guía. Con el peso del hambre y la losa del frío, arrastró a su pueblo derrotado por la guerra y por el cansancio. Como único alimento tuvo la esperanza y como único abrigo la ilusión por empezar de nuevo. Fue perseverancia y valentía. Fue valor y coraje. Aquellos cuarteados pies de señales y huellas de pasión nunca retocediron un sólo paso hasta el final de sus días.

Estas fueron las verdaderas cicatrices de un hombre que lo fue todo. Porque la soledad de un pastor, nunca es conocida por sus ovejas.


lunes, noviembre 03, 2008

El destino habla

La conversación iba y venía. Algunas veces con más fortuna y otras veces sin sentido alguno. Entre anécdotas y pequeñas discusiones, aquella charla siseaba y siseaba como una pequeña serpiente huyendo de un halcón. Entonces me percaté que hacía ya un rato que no estaba escuchándote, aunque de manera autónoma, mi cuerpo interpretaba el papel del tertuliano perfecto. Si...si, ya...ya, mmm...mmm. Sin apenas haberme dado cuenta, había puesto el piloto automático en la conversación. Mi mente, la que era consciente, se había centrado en tus labios y tus ojos. Maldita sea!, sentí el repentino deseo de besarte, pero después de tanto lío, decidí contenerme. Algo en la conversación cambio, pero no pude entenderlo, ya que mi mente continuaba en estado asíncrono, cautivada por tus pequeñas y graciosas curvas faciales. Entonces sonó una campanilla a lo lejos, como en segundo plano, imagino que fue en mi mente, por que pareció proveniente de un cuento de hadas, y acto seguido, me besaste. Caray! Aquello si era una señal. Una poderosa señal que concurría en el erizamiento de todo el vello de mi cuerpo. Era como encontrar un obelisco en medio de un desierto. Aquella iluminación fue algo así como el suave murmullo que susurra la naturaleza a las hojas de los árboles cuando llega el otoño. La sensación se filtró en mi, con tanta profundad y al mismo tiempo de una manera tan sencilla y universal, que podía verse tras ella, la mano maestra del destino. El destino, sí, la única fuerza cósmica con un trágico sentido del humor. Y mientras tus labios, bailaban con los míos, tenía la impresión de que el mundo empezaba a girar hacia el lado correcto.