viernes, junio 29, 2007

Lunáticos

Lunáticos, lunáticos todos. Personas que nos comemos con los ojos, pero no acabamos de tocarnos.
Héroes, estoicos que compadecemos prisioneros en este mundo cubista. Espectadores que sufrimos la insolencia con que la propia complejidad inherente a la vida nos acuchilla. Personas que aman y personas que pasan por la vida de puntillas. En el fondo todos somos caprichos, caprichosos e ignorantes. Formamos una familia de devotos numismáticos, que sistemáticamente elegimos las monedas que más brillan pero que en el fondo, menos valen. Y encima, todos creemos conocer a fondo el catecismo de este negocio.

La culpa… La culpa es de aquellos avaros ángeles que propagaron como esporas al viento las pesquisas. Esas señales para encontrar el buen camino. Cada vez quedan menos.

Y yo, con una vida en la que el tiempo se detiene, se mantiene al relentí, y sin saber por que, arranca con la aceleración de un cohete.



miércoles, junio 20, 2007

Cuando nuestros vientres se rozaban

Carne de melocotón, suave melodía, como góndola en canal, flotas en mi mente durante el día.
Por la noche mi canción entra por tu ventana, se esconde bajo tu sábana, para despertarte con guitarra gitana.
A los pies de tu cama, se vierten sin hacer ruido, susurros que navegan, de mi boca a tu oído.
Trovadas que recito, donde caballeros a doncellas cortejaban, pero en el fondo yo te explico cuando nuestros vientres se rozaban.

¡Ay mi niña!, y mañana al despertar, encontrarás deshojadas y envidiosas, sobre tu piel desnuda docenas de rosas

lunes, junio 18, 2007

Extraño personaje

Hoy encontré un extraño personaje. Corría tras de mi, lo mire pensativo, en el fondo se me presento familiar. Extraño, algo tenebroso pero sí, en el fondo familiar. Vestía de negro y con esa apariencia impaciente, un poco ridícula y atolondrada, me siguió durante todo el día. No dejaba de cantar, no dejaba de repetir la misma canción.

“Abre la mano,
se que dentro tienes la llave,
abre tu mano,
tienes la llave que abre tu corazón”.

Llegamos a la estación, de repente en el andén de la estación, se puso a bailar moviendo la cadera, chasqueando sus dedos, tarareando de nuevo aquella canción:

“porque yo se que en el fondo,
en el fondo yo se donde esta la llave que abre tu corazón”
“Sí, porque este amor me tiene prisionero”.

Entramos en el vagón, el baile continuaba. En aquel tren los pasajeros atónitos, no podían entender que era lo que aquel chico de negro le ocurría. Cantando, bailando y girando. Subiéndose a los asientos y gritando:
“Porque dentro de tu mano, dentro esta la llave de tu corazón”

Entonces de di cuenta. Me escuche, yo también estaba cantando con él, Cantaba y bailaba:

“tienes la llave que abre tu corazón,
Sí, porque este amor me tiene prisionero”.

Cuando aquel extraño personaje había conseguido contagiarme por completo, y me encontraba bailando con él, presa de la admiración vi como los pasajeros se movían al ritmo de nuestra canción.

Apareciendo de la nada, un grupo de tres chicas, formaron el coro:
“Sí, porque este amor me tiene prisionero,
Sí, porque este amor me tiene prisionero”.

Entonces te vi entrar dentro del vagón, preciosa, como una visión.
Me acerque a ti y te dije:

“Abre la mano,
se que dentro tienes la llave,
abre tu mano,
tienes la llave que abre tu corazón,
porque dentro escondes la llave
y este amor me tiene prisionero”
Acercaste tu boca a mi oído, y me susurraste:

“Ten cuidado, tu enamorada sombra, siempre te induce a hacer las mismas locuras”.


martes, junio 12, 2007

Tonight

Cierras los ojos, el restaurante desaparece a tu alrededor. Por encima del tumulto y del ruido, flota la caricia de un piano. Esta noche, una voz susurra para ti, una bonita canción. Disimulas sonriendo, ocultando que la tristeza pisó tu huerto. Mientras bailáis, acaricias la mano de la persona que te dio todo y que te quitó todo.


viernes, junio 08, 2007

No más desayunos en Tiffany’s

Miras a tu alrededor y no ves salida, te cansaste de desayunar ante el escaparate de Tiffany’s.

Inventas un lugar. Creas una situación. Escribes una historia. Imaginas mil tretas. Dibujas un ovillo de lana y de su extremo estiras. Recorres cada centímetro de la madeja, y por ese camino te pierdes en una nueva vida. Simplificas, te bidimensionas, te conviertes en una ilustración. En un cómic.
Tu caricatura se acomoda en éste, tu primer número. En estas nuevas viñetas ya no necesitas sus besos, ya no necesitas sus abrazos, ya no necesitas tocarla, ya no vive en tu mente. No necesitas tenerla cerca. Página a página vas creando el personaje. Pareces distinto, no se…, algo diferente. Vistes con botas altas, llevas calado un sombrero oscuro de ala ancha. Bajo tu capa negra, tu mano enfundada en un guante de cuero reposa sobre la empuñadura de un florete de acero toledano. Te muestras limpio y curado. Regenerado y libre. Te comes el mundo, aparentas nuevo. Tus pies flotan, ya no caminan, danzan. Entiendes el mundo y te despliegas en él. Tu energía fluye de nuevo de dentro a fuera y de fuera a dentro. Eres tu mismo. Desprendes y el mundo te retroalimenta. Extiendes a cada paso tu mano. En tus ojos se aprecia vida.