martes, abril 28, 2009

Quien lo iba a pensar…

Que bien se está bajo el suave calor del sol, disfrutando de la brisa primaveral. ¿Verdad?

Aire nuevo y renovado. Ya acabó, si! Terminó la tormenta. Se acabó escuchar tantas canciones tristes. Leer mil páginas en busca de algo que me ayude, algo que le ayude. En busca de algo que entender. Si las paredes hablaran…

Esta mañana las musas tocan sus arpas, y el frío poco a poco desaparece, desaparece… Y yo… ahí, con un pincel dibujando trazos. Trazos verdes, celestes, cetrinos e irisados, hay que ver como lo agradece este lienzo. Llegó el momento de sentir, llegó el momento de sonreír. Miel en los labios…


Cuando lo pienso, no lo puedo evitar…me traslado, me pinto la cara, casi diría que me disfrazo. Después de tanta sed, el río viene lleno… A veces te busco, otras evito mirar y mis ojos, ¡pobres!, jaja, no descansan…

El aire llega y llega cada vez más limpio. Será que escucho el latir y éste se acompasa con mi paso. Se engrana con el baile. Me estira y me levanta… Uff!!! A veces sólo es una palabra, otras un pensamiento…hilo a la aguja. Quien lo iba a pensar…


martes, abril 07, 2009

Comienzo

En algún momento de la historia te perdiste en el laberinto del olvido. Tan pérdida en aquella niebla eterna mis palabras no te llegaron fáciles. Pero si tus manos palparan las paredes, buscado, intentándolo… y si por "ti misma" pudieras encontrar la salida, ahí mismo, tras esos muros me encontrarías con dos hermosos caballos blancos.

Sólo el amor nos acerca a lo que deseamos y sólo el miedo nos separa de ello…. El miedo es grande, pero el amor…, el amor mueve montañas.



Quizás esta vez fuera caminando por Oxford Street, quien sabe. Quizás fuera una mañana de muchas. Posiblemente esa mañana, la acera estaría cubierta de nieve pisada, lo que pondría a prueba todos mis músculos que lucharían por mantenerme vertical.

Quizás, aunque pareciera una epifanía, provocada por el nostálgico esperar, te reconocería en el lugar más inesperado. A lo mejor esta vez través de un cuarteado escaparate de una vieja tienda de libros. A lo mejor tú vestirías un abrigo gris marengo de lana fina con una bufada violeta y en tus manos tendrías unos elegantes guantes de cuero. Es posible que tu pelo cayera grácil sobre tus hombros. Yo te miraría absorto unos segundos a través del cristal. Luego entraría en la librería. Una pequeña campanilla asida en la parte superior del marco de la puerta, avisaría de mi llegada.
Me situaría a tu derecha, a una distancia prudencial. Ni muy lejos para que no percibieras mi presencia, ni lo suficientemente próximo de ti, como para intimidarte. Quizás por mi izquierda se entablara alguna interferencia, a lo mejor el típico personaje británico de bigote poblado, posiblemente el regente de aquel establecimiento
- Good morning Sir, Can I help you?
- No thanks, I’ m just looking.
Con premura, para disuadir al librero, cogería el primer libro que encontrase, disimulando hojearlo. De soslayo, te miraría, y tú posiblemente estarías a lo tuyo. Al final nuestras miradas se cruzarían, quizás fuera ese nuestro nuevo comienzo.