lunes, diciembre 31, 2007

Feliz bisiesto 2008

Puede que este año hayas descubierto que no soportas a tu jefe y que tampoco tienes demasiada suerte. Puede que este año hayas dejado de saber silbar, y que ni un perro huérfano haya querido venir contigo. Puede que este año te hayan dado cien veces mal el cambio e incluso puede que hayas descubierto que tienes torcidos los dedos de los pies. Puede que este año hayas perdido miles de cosas maravillosas y que no hayas encontrado la única cosa que buscabas.

Es posible,...,pero estás vivo, eres libre y crees en el amor.

Feliz bisiesto



martes, diciembre 18, 2007

“Soy el espejo mágico de las cosas que nunca ocurrirán”

Cerré los ojos, la omnipotente presencia de Morfeo fue devorando todos y cada uno de los objetos de mi habitación. Cuando llegó mi turno, fue implacable, venciéndome en segundos para llevarme a su mundo. El planeta de los sueños.

Desorientación.
Desorientación acompañada de veinte segundos de invalidez. Parálisis propia del trance sufrido en un salto entre dos estados con distinto espacio-tiempo.

El primer sentido que reaccionó fue el olfato. Olor a lavada. Lavanda y tierra mojada.

Oscuridad total, hasta que mis ojos se reconciliaron con la tenue luz del alba. Miré hacia arriba, un frondoso techo verde oscuro, sostenido por cientos de altas columnas de madera, me indicaban que me hallaba en la profundidad de un bosque. Mis pies invisibles se hallaban sumergidos en un estanque de niebla violeta donde al parecer habitaba el espliego.

Los sonidos del bosque me envolvieron. Aunque era incapaz de verlas, aves rapaces nocturnas, ululaban a mi alrededor, mientras mi mente dibujaba sus pico curvos, sus misteriosos ojos grandes y sus curiosas plumas alzadas sobre su cabeza figurando ser sus orejas.
Un escalofrío recorrió mi espalda. Imagine que aquel lugar era transitorio, no era el lugar que el destino tenía preparado para la revelación que estaba yo esperando. Una manifestación de la verdad secreta y oculta que sabía que estaba próxima.

Caminé y caminé. Perdido, creí oír tu voz como un murmullo, me gusta tanto oír tu voz, aunque sea en sueños... Seguí el rumor de tus suaves palabras a través de los árboles, buscándote entre sus recovecos, descubriendo el camino, salvando las burlas del eco en las rocas. Escrutando el sonido a través de las pisadas de ciervos y del siseo de las serpientes, incluso a través del bajar del río.
Desde la otra orilla pude distinguir a un viejo lobo, observándome en la distancia. Por fin llegué a un claro, en medio se disponía un robusto atril a modo de altar. Sobre él, había una bandeja de oro con una inscripción, “Soy el espejo mágico de las cosas que nunca ocurrirán”. Una preciosa jarra con agua aguardaba a su lado. Vertí agua en el plato dorado, el fondo desapareció y empezaron aparecer imágenes de deseos incumplidos, fantasías prohibidas e irrealidades. Todo tipo de juegos caprichosos que mi mente me había propuesto durante años, posiblemente todos los halos de esperanza huérfanos que quedaban por cumplir.

Nunca había llorado tantas lágrimas, ni tampoco tanto tiempo. Cuando llegó la calma, pensé unos instantes. Una sonrisa se dibujó en mi boca, aquel espejo nunca te reflejó a ti.



martes, diciembre 04, 2007

Diario de un alma (Reposición Comunalia)

Hace algún tiempo estuve en Inglaterra. Allí las costumbres son sajonas. La cultura está cubierta por la manta occidental común, pero sus orígenes que destacan en forma de pequeños detalles nos recuerdan que somos pueblos heterogéneos.

Una mañana soleada, salí temprano a pasear. Entré en un parque, atraído por su verde intenso. Los jardines británicos son preciosos, puedes pasear entre variedades increíbles de árboles milenarios. Estos lugares contienen bellos rincones repletos de sorprendentes cúmulos de flores a cien metros de las grandes avenidas.

Aquella mañana era tranquila, no tenía ninguna obligación más que disfrutar mi paseo, así que como aquel parque era desconocido para mí, me disolví en él. Tras varios caminos frondosos, cimbré entre unos setos y me encontré en una explanada. En medio de la ciudad y dentro de aquel parque había un pequeño cementerio. No era la primera vez que en Inglaterra veía un campo santo como aquel, ubicado en un parque.

Así que tuve que atravesar el cementerio, para proseguir mi paseo. Con la intimidación tácita que puede emanar de un lugar de descanso eterno, camine en silencio, casi diría yo que con moderación y respeto. Entonces cuando estaba aproximadamente en el centro de aquella pequeña necrópolis me percaté que detrás de una lápida, había un pequeño libro. Estaba constituido por unas 150 hojas gruesas, con tapas de cuero blando, color marrón oscuro. También tenía dos finos ribetes dorados en el lomo. Obviamente, alguien lo había dejado allí para que acompañara a aquella tumba de inscripción anónima.


Sin poder evitarlo, empecé a hojear aquel cuaderno. Era un diario personal, en el hablaba de un hombre. Empecé a leer, la primera página, era una presentación, casi protocolaria, pero aun así, tenía una redacción impecable. Seguí leyendo, aquella pequeña obra personal. Hablaba de sentimientos, de amor y de sucesos. Hablaba de familia, de gente que vino y marchó. Contenía relatos escritos con pasión, hablaban de ternura, de caridad con el prójimo, del duro exilio, de malos momentos, de momentos de trabajo abundante, de éxitos, del olvido. De decadencia, de calamidades de la guerra y de la muerte. Todo lo que emanaba de aquellas letras, era humano y muy emocional. Sentí estar observando la vida de alguien que se fue, pero no sin dejar algo en el camino.

Me descubrí a mi mismo, sentado entre las lápidas, leyendo, cuando el sol empezaba a ponerse. Así que dejé el diario donde lo había encontrado, y me marché. Al día siguiente volví temprano. El diario ya no estaba.